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Senador Royce West: Distrito 23
Columna de Opinión
DE DIFUSIÓN INMEDIATA
Agosto 9, 2004
Contacto: Kelvin Bass
(214) 467-0123/(512) 463-0123
La ley del ‘10% mejor’ sigue siendo la mejor opción para Texas
por el Senador Royce West

La competitiva admisión universitaria es, por naturaleza, un juego sin empates. La carta de aceptación de un estudiante implica que hay una carta rechazando a otro estudiante. Como hay más solicitantes calificados que los lugares disponibles en nuestras principales universidades estatales, inevitablemente algunos estudiantes no pueden ser admitidos aunque cumplen con los requisitos, y decidir de manera justa cuáles estudiantes reciben qué tipo de carta es un problema tremendamente difícil.

Yo creo que la ley del ‘10% mejor’ (o Top 10 Percent Law) provee la solución más acertada y justa a este problema. Es una solución acertada porque el nivel más alto en las calificaciones es la mejor predicción del éxito universitario. La información sobre matriculación indica que los estudiantes que se gradúan en la secundaria entre el 10% con mejores calificaciones superan al resto de los estudiantes en cuanto a índices de constancia, índices de graduación y promedio de calificaciones –en todas las materias—aún cuando los estudiantes del 90% restante tienen mejores resultados en los exámenes estandarizados.

La ley es justa porque nivela el campo de juego para los estudiantes del estado entero. El nivel del estudiante en su clase actúa como control de las ventajas geográficas y socioeconómicas mejor que todo otro factor considerado en las admisiones. Comparar a los estudiantes con sus pares demuestra cómo han aprovechado los recursos disponibles. Independientemente de que el estudiante se gradúe en la escuela secundaria más rica o en la más pobre, el mensaje es claro: si supera al 90 por ciento de su clase, puede asistir a cualquier universidad pública en Texas. Como se basa en un porcentaje en vez de un número determinado, la ley es justa para escuelas grandes y pequeñas.

Irónicamente, algunos críticos claman que el plan es injusto hacia estudiantes de “secundarias mejores”, y algunos hasta sugieren dar especial consideración a la calidad de la escuela del estudiante en las decisiones sobre admisión. Por mejores escuelas secundarias, por supuesto, quieren decir secundarias “más ricas”. A diferencia del efecto nivelador de la ley del 10% mejor, ésta propuesta sería equivalente a dar ventaja a los ya aventajados.

Otros críticos proclaman que la ley quita motivación para la excelencia académica porque los estudiantes no tomarán cursos de honores o avanzados para mantener así un promedio más alto. Este argumento ignora los puntos extras dados a estudiantes que toman estas clases más difíciles.

Sin embargo, armados de una lógica falsa, algunos han pedido derogar la ley promovida por el Presidente Bush desde su campaña del 2000. Aunque la ley del ‘10% mejor’ no es perfecta, yo lucharé contra todo intento de destruirla. No podemos reemplazar un sistema que ha probado admitir a estudiantes calificados, y que refleja más que nunca la diversidad de Texas, con un sistema que no ha sido probado.

La crítica más razonable a la ley es que el admitir a la universidad una gran parte del alumnado solo en base a su nivel de calificaciones limita la capacidad de universidades para considerar otros factores como talentos especiales o superación de privación económica o social. Algunos interesados bien intencionados proponen limitar el porcentaje de estudiantes admitidos bajo la ley para dar a universidades una mayor discreción.

Yo creo que esto sería prematuro por dos razones. Primero, en el 2003, la Universidad de Texas en Austin –la única universidad estatal que admitió un porcentaje desproporcionado de estudiantes de primer año bajo esta ley—tuvo la clase de primer año más étnicamente diversa de su historia. Esto es evidencia de que la ley está logrando lo que intenta: brindar un método racialmente neutral que admita una clase diversa de estudiantes altamente calificados.

En segundo lugar, UT-Austin redujo su clase de primer año en 1.400 estudiantes en el 2003, resultando en una gran variación en el porcentaje de admisiones automáticas. No sabemos si esta tendencia continuará, pero sí sabemos que la decisión de UT-Austin de considerar la raza en sus admisiones será desafiada nuevamente en la corte. Si pierde, no queremos perder el único instrumento que sabemos está empezando a funcionar.

Sin embargo, si en algún momento se hace necesario poner un tope a las admisiones bajo esta ley, todavía debemos responder a la pregunta sobre cuántos estudiantes en ese 10 por ciento serán rechazados. El beneficio más significativo de la ley es que extendió las oportunidades de inscripción en nuestras universidades más prestigiosas a estudiantes de 200 escuelas secundarias rurales y urbanas pobres previamente sin representación, en diferentes puntos del estado. Texas no se puede dar el lujo de dar marcha atrás a este progreso. Por lo tanto, toda propuesta para limitar la admisión del 10% con calificaciones más altas deberá darse a la par de un método que dé prioridad a estudiantes de secundarias con baja representación histórica.

Mientras tanto, Texas debería concentrarse en aumentar el número de instituciones universitarias de Primer Nivel, e igualar la financiación y calidad de la educación pública en el estado.

El Senador Royce West (D-Dallas) es presidente del Subcomité Senatorial de Educación Superior.

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